Cuento «La mujer de la bufanda» por Diego Covarrubias

Diego Covarrubias es chilango de nacimiento, pero ha echado raíces en el suelo poroso de la península de Yucatán. Bajo el sello de Malix Editores publicó un libro íntimo titulado Entre la memoria y la imaginación, y algunos de sus cuentos han aparecido en medios digitales e impresos de la ciudad de México, Cancún y Mérida. Ganó el segundo lugar en el primer concurso estatal de cuentos Rafael del Pozo y Alcalá. Declara que la única responsable de sus escritos es la imaginación, que, como la humedad en las paredes, ha invadido hasta el último rincón de su cerebro. Su única intención cuando escribe es divertirse, y de ser posible, divertir.

Compartimos con ustedes el cuento «La mujer de la bufanda» del escritor mexicano Diego Covarrubias el cual forma parte de la Antología de Cuento Latinoamericano Contemporáneo, un ambicioso proyecto editorial dirigido por Astrolabio Editores. Este proyecto tiene como objetivo brindarnos un panorama completo de lo que se escribe hoy en el género del cuento, posiblemente el género más leído en América Latina.

La mujer de la bufanda

Soy un individuo pragmático, poco dado a la ficción y a las aventuras. Si fuera un personaje de la literatura universal, viviría más cómodo entre las atormentadas páginas de Joseph Conrad que entre las de Alejandro Dumas, excedidas de mosqueteros, de cardenales, de venganzas y de sangre. Por eso, cuando digo que la mujer de la bufanda me miraba desde los asientos traseros del autobús, no apelo a la imaginación, solo describo la estricta y al mismo tiempo subjetiva realidad: la mujer de la bufanda me miraba desde los asientos traseros del autobús. No suelen pasarme este tipo de cosas, así que cuando vi que se bajaba en la siguiente parada, decidí seguirla y resolver el misterio. Una señora entrada en canas y en carnes me bloqueó el pasillo. Perdí valiosos segundos rodeándola como si fuera una glorieta, y cuando por fin logré bajar del autobús, la misteriosa mujer doblaba una esquina de la calle, con la bufanda ondeando en el aire, como si fuera la estela de su aroma. Me lancé tras ella.

Era la hora pico de la tarde por lo que la calle estaba atestada de personas que iban y venían, como el persistente oleaje del mar. El caso es que mi mirada se tropezaba con rostros y con espaldas, y apenas avanzaba en un zigzag entorpecido por el laberinto de cuerpos humanos. Mis ojos perdían y encontraban su rastro sin lograr reducir la distancia, hasta que un semáforo me obligó a detenerme en seco y puso en peligro el éxito de mi misión. Desde la esquina siguiente ella también se detuvo, y en un gesto excedido de dramatismo que consideré fuera de lugar, sostuvo mi mirada. Cuando el semáforo cambio a rojo reanudó su precipitado andar.

Entre un sembradío de cabezas la vi entrar en un parque. Corrí tan rápido como me lo permitió la torpeza de mi impaciencia. La busqué inútilmente entre los senderos que serpenteaban debajo de los árboles y que desembocaban en la salpicada frontera del diámetro de una fuente barroca. La busqué en las bancas ensombrecidas por el crepúsculo. La busqué al lado de los faroles atemporales. La busqué, incluso, sobre el césped prohibido de los jardines enrejados. Nada. Justo cuando estaba por desistir de la búsqueda, la vi salir del otro lado del parque. Se disolvió en el vértigo de la calle.

Traté de alcanzarla, pero parecía moverse impulsada por el viento. Pasó enfrente de un café en el que un batallón de mesas rusas invadía el territorio de la banqueta ucraniana, y luego, se camufló en el follaje de la dispersa multitud. Llegué jadeando al café, y para recuperar el aliento, me apoyé en el respaldo de una silla. La mesa estaba ocupada. Un hombre de aspecto familiar escribía algo en una computadora. Sobre la superficie de la mesa un café se enfriaba y un cigarrillo moría una muerte lenta, humeante y luminosa.

—Perdóneme la interrupción —me disculpé—, ¿de casualidad vio pasar a una mujer con una bufanda en el cuello?

—Sí —me contestó.

—¿Podría indicarme por dónde se fue?

—Con mucho gusto —me dijo—, brincó al párrafo de abajo.

Me sujeté con ambas manos de la palabra “párrafo” y me asomé al fondo de la página. Estaba vacía.

 —No hay nada —le reclamé.

 —Lo sé.

 —Y si lo sabe —pregunté—, ¿por qué me dijo que estaba en el párrafo de abajo?

Hizo una pausa que menguó mi ímpetu, y acariciándose la barbilla, como si estuviera pensando en el desenlace de un cuento, respondió:

 —Porque estoy a punto de escribirlo. ¿De qué color quiere usted que sea la bufanda?

La Antología de cuento latinoamericano contemporáneo es un proyecto editorial dirigido por Astrolabio Editores y la Fundación Grupo Latino, tiene como objetivo brindarnos un panorama completo de lo que se escribe hoy en el género del cuento, posiblemente el género más leído en América Latina.

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