Cuento «Ámbar» por Martha Bátiz

Martha Bátiz nacida en la Ciudad de México, vive en Toronto desde 2003. Ganadora de varios premios literarios internacionales, sus cuentos y artículos se han publicado en México, Estados Unidos, Canadá, España, Irlanda, Inglaterra, Australia, Perú, Costa Rica, Puerto Rico, Chile y República Dominicana. Es autora de las colecciones de cuentos A todos los voy a matar (2000), De tránsito (2014) y Plaza Requiem: Stories at the Edge of Ordinary Lives (2017), y la novela corta Boca de Lobo (2008), traducida al inglés (Damiana’s Reprieve, 2018) y al francés (La Gueule du Loup, 2019). Editora de las antologías Desde el norte: narrativa canadiense contemporánea (2015) y Nostalgia bajo cero (2020), e integrante del comité editorial de Historias de Toronto (2016) e Historias de Montreal (2019).  Doctora en literatura, profesora y traductora, fundadora de los cursos de Escritura Creativa en Español que se ofrecen en la Escuela de Educación Continua de la Universidad de Toronto, únicos en Canadá. Su nueva colección de cuentos No Stars in the Sky apareció en mayo de 2022 bajo el sello de la prestigiosa House of Anansi Press, y este año estará disponible en traducción al turco.

Compartimos con ustedes el cuento «Ámbar» de la escritora mexicana Martha Bátiz el cual forma parte de la Antología de Cuento Latinoamericano Contemporáneo, un ambicioso proyecto editorial dirigido por Astrolabio Editores. Este proyecto tiene como objetivo brindarnos un panorama completo de lo que se escribe hoy en el género del cuento, posiblemente el género más leído en América Latina.

Ámbar

Estábamos sentadas a la mesa. El tiempo, tormenta de arena, le había erosionado a mi abuela todo rastro del ayer. Yo, en cambio, lo sabía todo: por ejemplo, que ella había olvidado quién era yo y de qué iba el mundo. Afuera llovía y el viento arañaba los rosales.

—Qué lindo día —dijo, sorbiendo un poquito de sopa. Su acento eslavo era casi imperceptible cuando no pronunciaba palabras con erre. 

Decidí no responder. Me agotaba tratar de convencerla de que días grises y fríos como aquel eran todo menos lindos. Guardó silencio y siguió comiendo hasta que, de pronto, como si se tratara de un ave y yo, su presa, su mirada se posó en mi muñeca derecha. 

—Es mía —espetó, soltando la cuchara. 

Sentí un escalofrío y fijé los ojos en la pulsera de cuentas de ámbar. 

—No, abue —respondí desconcertada—. Estás confundida.

Abrió los ojos y dudó.

—Tengo una igual.

Se me atoró la sopa y tuve que carraspear.

—Come, o mi mamá se va a enojar —dije para distraerla. 

Sí era suya. La había tomado «prestada» porque me gustaba y esa tarde iba a salir con mis amigos. Pero a ella no le había gustado nunca que tomaran sus cosas sin autorización. La vergüenza me apretó el pecho como una boa. 

Con la vista fija en mi muñeca, continuó:

—Me la dio mi amiga Esther la última vez. 

Respiré aliviada: la abuela no tenía ninguna amiga llamada Esther. Era otro de sus desvaríos. Tal vez se le olvidaría el asunto en un minuto, como siempre. Me llevé una cucharada de sopa a la boca y me quedé mirándola, esperando que volviera a comer.

—Esther me dio la de ámbar y yo le di la de plata, para la buena suerte. Para volvernos a ver.

La sopa estaba deliciosa. Espesa, calientita y con la cantidad justa de sal; hecha con espárragos frescos. 

—Pero se la llevaron los soldados. Oímos balazos toda la tarde y hasta la noche en el bosque atrás de la casa —frunció el ceño; aunque me estaba viendo, no era a mí a quien miraba—. Balazos y balazos por horas y horas. A más de quinientos mataron. Qui-nien-tos. Una era Esther —aquella erre final le dio un puñetazo al aire—, teníamos tu edad. ¿Dieciséis? 

—Diecisiete, abuela —corregí, haciendo un esfuerzo para pasar saliva. 

—Dieciséis —repitió para sí y permaneció pensativa. 

Dejé la cuchara junto al plato y metí los antebrazos debajo de la mesa. Me quité la pulsera y la guardé en mi pantalón. La devolvería a su sitio tan pronto pudiera. Había perdido el apetito.

—Ojalá nunca vivas una guerra —agregó mi abuela, y, despacito, volvió a alzar su cuchara. Su mano temblaba levemente. La boca se me llenó de un sabor amargo.

Había dejado de llover pero a los rosales todavía los convulsionaba el viento. —Qué lindo día —repitió, y su mirada fue a perderse en una rosa que la tempestad había roto y que, colgando pétalos abajo, se negaba a caer.

La Antología de cuento latinoamericano contemporáneo es un proyecto editorial dirigido por Astrolabio Editores y la Fundación Grupo Latino, tiene como objetivo brindarnos un panorama completo de lo que se escribe hoy en el género del cuento, posiblemente el género más leído en América Latina.

1 comentario en «Cuento «Ámbar» por Martha Bátiz»

  1. Qué magistralmente contado este relato… nos lleva de lo cotidiano a la cruda realidad de lo que muchos antepasados vivieron. A través de detalles nos llevas a estar allí y sentir lo que ambas sienten. Al igual que la narradora, hacia el final del relato, yo tampoco podía pasar saliva. ¡Qué final! Alegórico y poderoso.

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