Cuento «El ojo» por Alejandra López de Silanes

Alejandra López de Silanes Vales, nacida en la ciudad de México el 27 de marzo de 1972. Estudió en la
Universidad Ibero Americana Ciencias de la Comunicación. La fotografía ha sido fuente de
inspiración para sus escritos. Ha publicado artículos en revistas como “México Desconocido” y
“Blanco y Negro” y ha participado en exposiciones de fotografía donde acompaña sus imágenes
con escritos. Desde niña ha usado la escritura para plasmar sus pensamientos e historias
personales que completa con su imaginación. Desde 2019 ha participado en diferentes talleres de
escritura: 2019 con la escritora Marisol Martin del Campo, 2020 en el Taller de la Pluma dirigido
por Nathalie Audibert y 2023 con la maestra Adriana Jimenez. Actualmente trabaja como
diseñadora de interiores.

Compartimos con ustedes el cuento «El ojo» de la escritora mexicana Alejandra López de Silanes el cual forma parte de la Antología de Cuento Latinoamericano Contemporáneo, un ambicioso proyecto editorial dirigido por Astrolabio Editores. Este proyecto tiene como objetivo brindarnos un panorama completo de lo que se escribe hoy en el género del cuento, posiblemente el género más leído en América Latina.

El ojo

El dedo índice se desliza por el cristal empañado, traza unas cuantas líneas que desplazan al vapor, dejando paso a la transparencia natural del cristal. Absorta, Mariana observa su mano como si no estuviera pegada a su brazo, sintiéndose totalmente ajena a esa extremidad de su cuerpo que parece tener vida propia. Sigue sus movimientos esperando ver en qué concluyen los trazos. La delineación termina en una imagen que parece ser un ojo que la mira directo a sus pupilas. Mariana no le quita la vista, intuye que eso tiene un significado, pero antes de poder descifrarlo, el vapor borra la imagen.

Sin darle más importancia y evitando profundizar en los haberes de su conciencia, vuelve a su rutina, olvidará ese ojo que hace ocho años aparece, consistente, cada mañana cuando se mete a bañar.

Ocho de marzo, día mundial de la mujer. Mariana quedó con un par de amigas para ir a la marcha, tenían preparados sus carteles que sostendrían por encima de sus cabezas, mientras caminan por la avenida de Reforma rumbo al Zócalo: “NI UNA MAS”, “EXIGIMOS EQUIDAD Y JUSTICIA”, “MUJER, NO ME GUSTA CUANDO CALLAS”.

Escoge un atuendo que le quite unos años de encima sin caer en lo ridículo, unos jeans sueltos que permitan ver la división natural de sus nalgas sin tener que usar un calzón “cola less” (tan incómodo), una camiseta de cuello en ”V” que muestra el único rincón de su cuerpo que no está envuelto en grasa y deja entrever la esbeltez de su esqueleto, una prenda de color morado que denote su ímpetu, su fortaleza de mujer que levanta la voz ante el abuso, (aunque ella no a vivido ninguno en carne propia).

Mariana está emocionada de salir a las calles, le gusta la energía de las multitudes, el jaleo, la andanada de adrenalina, el frenesí y el grito con un propósito compartido; Vivir. Vivir sin miedo.

Sentada frente a su tocador se dispone a ocultar su edad con un poco de maquillaje, cuando suena la alerta de su celular. Ha recibido un mensaje. Lo abre. El vaticino de un video con el título #Yosoyyolanda aparece en su pantalla. Una joven de la edad de su hijo mayor, lee una carta dirigida a su exnovio. Narra como hace ocho años, él, la violó.

Mariana siente los pasos del miedo que se anticipan. Los órganos internos empiezan a petrificarse.

 En un encuadre fijo con un fondo azul entristecido, la joven cuenta cómo a los diecisiete años se le rompió el corazón y desde entonces, derrama por aquella fisura, una sustancia espesa, densa, pesada, que deja a su paso una acidez que la penetra por dentro, que duele, la somete, la lastima. Su primer amor la destrozó, por la fuerza, con violencia.

Mariana siente pánico, se paraliza, un vacío encarnizado la consume de dentro hacia fuera. No puede escapar.

La chica del video viste con cuello de tortuga negro, haciendo juego con su pelo lacio. Largo. De tez blanca y ojos quebrantados que en algún tiempo habían sido de un verde vivaz, habla viendo a la cámara que eternizará su vergüenza.

Mariana agranda la imagen para ver mejor los rasgos de esa chica que se traga las palabras, que insisten en mezclarse con sollozos para no sucumbir y en cada pausa encuentra la fuerza para contar su historia. En un intento por reparar lo que tiene roto por dentro, con un deje inevitable de venganza, exhortaba a los videntes a compartir su testimonio, para que eso que le pasó, a nadie más le pase.

Mariana da la vuelta a su celular, se mira al espejo con graduación, pero no advierte las manchas, ni las arrugas en su cara. Se ve directo a los ojos, el límite entre sus pupilas y el iris se pierde en la negrura. Las imágenes la acosan, la culpa la estrangula, la aprieta tanto que le es doloroso tragar saliva. Lucha contra los demonios que se prenden con garfios a su espalda huesuda arrestando sus pies de plomo mientras le susurran el secreto que guardó hace ocho años, cuando notó que a Yolanda, se le escurría la vida, la tarde que la vio salir de su casa.

Unos golpes en su puerta la sacaron de los infiernos que la troceaban; lento, infringiendo un terror profundo, succionando el último hálito de vida, hasta dejar su alma baldada.

—Mamá, ¿Me prestas tu coche para ir a cenar hoy? — pregunta Rodrigo al tiempo que abre la puerta.

—¡Mamá!

¡Mariana, te habla tu hijo, contesta!

Mariana fija la mirada en los ojos de aquel hermoso joven que hace veinticinco años parió y sintió tanto amor, como nunca pensó que era posible sentir, su corazón creció un par de centímetros cuando lo vio en su regazo, de eso estaba segura. Pero hoy lo miraba diferente, escudriñando en sus ojos una respuesta, rogando a Dios estar equivocada.

Las palabras salieron sin pedir permiso, formadas una tras otra… —¿Vas con Yolanda?

—Mamá, ¡¿qué dices?!, a Yolanda no la veo hace ocho años, voy con Verónica, mi novia— dijo a manera de pregunta, burlándose de su siempre distraída madre.

—¿Entonces? — insistió Rodrigo ante el mutismo de su madre.

—Sí, usalo.

Mariana tomó su celular, no reenvió el video. Tampoco fue a la marcha.

La Antología de cuento latinoamericano contemporáneo es un proyecto editorial dirigido por Astrolabio Editores y la Fundación Grupo Latino, tiene como objetivo brindarnos un panorama completo de lo que se escribe hoy en el género del cuento, posiblemente el género más leído en América Latina.

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