Cuento «El tiempo de la araña» por María Fernanda Rodríguez

María Fernanda Rodríguez nació en Quito, Ecuador y reside en Toronto, Canadá desde el 2005. En el 2022 la Universidad de Toronto le otorgó el premio Marina Nemat a su proyecto literario. En el 2019 obtuvo el Primer Lugar en el XIV Concurso de Cuentos Nuestra Palabra Canadá. Su trabajo ha sido publicado en revistas literarias y antologías de España, Uruguay, México, Canadá y Nueva York. Cuenta con una maestría en Escritura Creativa en español por la Universidad de Salamanca, España y con la certificación del Taller de Escritura Creativa por la Universidad de Toronto 2021.

Compartimos con ustedes el cuento «El tiempo de la araña» de la escritora ecuatoriana María Fernanda Rodríguez el cual forma parte de la Antología de Cuento Latinoamericano Contemporáneo, un ambicioso proyecto editorial dirigido por Astrolabio Editores. Este proyecto tiene como objetivo brindarnos un panorama completo de lo que se escribe hoy en el género del cuento, posiblemente el género más leído en América Latina.

El tiempo de la araña

Sigue ahí, en el baño, paseándose por las paredes y el techo. No es difícil vislumbrarla: oscura con patas largas y flacas, de cabeza pequeña pegada al tórax. Parece un tatuaje, un lunar, un sol ennegrecido que la blancura de la pared delata. Es tan frágil que no me ocasiona ni miedo, ni asco. Al principio quise  matarla, a puño cerrado, dejarla hecha tan solo una sombra, pero luego pensé en Germán y él lo hubiera reprobado, seguro la hubiese transportado sobre una servilleta directo al jardín.

 —¡Muévete! —le grito. Quizá si estuviera en el piso sería más fácil matarla: un pisotón y listo, en cambio en la pared la mancha me recordaría el crimen por siempre. Entonces la dejo estar.

Queda una hora para que todo vuelva a comenzar. Para que todo se repita de nuevo como se repiten las mañanas y las noches, como se repiten las sombras frente al sol. Él entrará en la casa, colgará sus llaves, se quitará los zapatos y me dará un beso, en la frente. «Uff», dirá en tono cansado, «ya quería verte y estar aquí». Luego se sentará en el sofá, frente al televisor y palmeándose las piernas dirá: «Ven acá, amor. Ven» y yo iré y hablaremos de las mismas cosas y luego haremos el amor y pasados dos días de nuevo él se irá, me besará la frente y todo volverá a comenzar como un círculo: las mañanas, las noches, los besos.

Trato de detener el torrente de ideas que se me ocurren para terminar la relación con Germán: me levanto temprano, salgo a caminar con el Benji, voy al yoga, regreso y tomo una ducha, preparo el desayuno y me siento a escribir. Cuando me doy cuenta que las horas no transcurren como debieran, entonces me levanto a limpiar mi casa, me pongo a mover los muebles, y en estos últimos días que la araña ha estado presente, hasta le hablo: «será que eres el fugitivo del amor, quizá la devoradora. Será que te escondes para no ser el alimento que hace falta posterior al amor o quizá eres quien descansa luego de esa gran cena. ¿Eres araña o araño?», le digo, y me río de las cosas tan absurdas que se me ocurren en soledad. Esas cosas tontas que digo y hago para evadir este sentimiento de hastío, estas ganas locas por dejar a Germán.

Al principio estuve a gusto con vernos solo los fines de semana. Acepté sin preguntar porque pensé en esto como un milagro, un regalo y los regalos se aceptan sin preguntar o, como decía mamá, «sin chistar»: qué alguien se haya fijado en mí, qué un hombre después de conocerme en un esquina me quiera de fija y no de casual, eso es un verdadero obsequio.

Qué frontera será más alta que la ausencia. Hemos pasado años juntos y cada tanto me pongo especial, extrañando la vida, la libertad. Él me dice «rara». «Ya estás rara, extrañando la esquina de donde te recogí» Pero no es eso. Él sabe que no extraño esa vida, sino otra vida. Extraño la vida que soñé para mí cuando era chica. He llegado a esa frontera altísima y siento vértigo. La altura me deslumbra, me marea.

La araña ha hecho su nido en la esquina más alta de la pared del baño. Después de tanto recorrer encontró un lugar para esconderse. Es araño. Ama y escapa. Ama, corre y se esconde. 

Ha llegado el momento y todo vuelve a comenzar. Escucho el cerrojo, él cuelga sus llaves, deja a un lado los zapatos, me mira y me da un beso, en la frente.

«Uff, ya quería verte y estar aquí», me dice. Se sienta en el sofá y palmeándose las piernas me llama:

«Ven acá, amor. Ven»

Yo voy y le cuento de la araña.

La Antología de cuento latinoamericano contemporáneo es un proyecto editorial dirigido por Astrolabio Editores y la Fundación Grupo Latino, tiene como objetivo brindarnos un panorama completo de lo que se escribe hoy en el género del cuento, posiblemente el género más leído en América Latina.

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