Tomado del libro Menú completo

Sobre el autor: La Habana, 1986. Coordinador del Taller Literario Espacio Abierto. Graduado del taller de formación literaria “Onelio Jorge Cardoso”. Miembro de la AHS. Ha publicado los libros Menú Completo libro de cuentos, Colección Hojas de hierba, Ediciones Loynaz, Cuba, 2019.

Premio en el XI Concurso Literario, en la categoría de cuento “La Gaveta” (Cuba,2019).Premio Modalidad de Cuento de Fantasía Concurso “Oscar Hurtado” (Cuba,2018). Finalista del IV Concurso de relato corto AFAGA ALZHEIMER (España,2018). Mención en el Concurso Paco Mir 2018 (Cuba, 2018). Premio de Cuento de Ciencia Ficción “Juventud Técnica”, 2017; mención en este concurso en 2016.Finalista de: “XI Concurso de Cuento Ciudad de Pupiales, 2016” (Colombia),Fundación Gabriel García Márquez; I Certamen Internacional de Relatos Pecaminosos (Estados Unidos, 2013); “Mi mundo fantástico” (España, 2013); Beca de creación “Caballo de Coral”, Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso.

Inspección de rutina

Al cabo de un rato dejé de inspeccionar, pues la noche era demasiado negra, pero mantuve mis oídos alerta al mínimo ruido que juzgase sospechoso, ya que tenía la sensación de que era sólo cuestión de esperar.

Un yanqui en la corte del rey Arturo, Mark Twain

El inspector McBee tocó el timbre de la casa que le enviaron a inspeccionar. Una señora de ojos verdes abrió la puerta y saludó amistosa.

—Buenos días —respondió—. Soy el Inspector Hugh McBee, vengo a realizarles una encuesta. Trabajo con la Organización Mundial de la Salud. Como está estipulado, debemos realizar evaluaciones de riesgo, y donde corresponda, un monitoreo, incluso post comercialización, para establecer la base de la inocuidad de los alimentos genéticamente modificados.

Como era el cumpleaños de su hija, al oír el timbre pensó que llegaban los invitados, pero quedó perpleja ante aquella disertación científica, así que de manera cortés invitó al inspector a sentarse en la sala, y le pidió que esperara mientras llamaba a su marido que era el único que sabía algo de ciencia en la casa.

—Buenos días, soy Humberto Hayai, y ella es mi esposa Mara Hayai

McBee se presentó de la misma manera que con la mujer de Humberto. Este quedó pensativo un momento. Mientras tanto, Hugh se percató del extraño tono azul en los ojos de su anfitrión.

—¡Mara! —gritó hacia la cocina—. ¿Nosotros comemos alimentos transgénicos?

—¡No sé! —respondió ella— ¿Qué es eso?

Humberto miró hacia el inspector, su cara le pedía una respuesta.

— ¿Ustedes compran siempre en el mismo lugar?

—Sí, del mercado. Llevamos años comprando allí; de hecho, en este pueblo nadie compra en otro lugar, al menos hasta donde tengo conocimiento. Somos una comunidad autosostenible. Hemos vivido generaciones prácticamente separados del mundo. El contacto con el resto del país es mínimo.

—Entonces, pídale que mire en las etiquetas de la compra. Aunque vivan separados, nuestro país exige que se diferencie el alimento transgénico del orgánico.

—¡Mara! —gritó otra vez—. Mira las etiquetas, ¿alguna dice algo de eso?

—¡Sí! —respondió ella—. Todas las del mercado. La soja, el maíz, los tomates, frutas y otros más.

—Ya escuchó, inspector —dijo un poco asustado a McBee—, ¿hemos hecho algo malo? ¿No me irán a arrestar por eso? Estoy seguro que es legal, señor.

—Sí, lo es. Desde 1994, cuando se aprobó vender los tomates Flavr Savr.

—¿Y qué diferencia hay entre esos y los normales?

—Al introducir genes de otros organismos, se mejoran características determinadas de algunos productos. Como el período de maduración, resistencia a plagas, características físicas determinadas, extensión de la vida del producto y otros. Y trae consigo algunos beneficios secundarios, como que al ser resistentes a herbicidas, ha disminuido la contaminación del suelo y las aguas subterráneas.

Humberto se veía muy interesado en la explicación. No prestó oído a los ladridos del perro o a la bulla de su hija mientras preparaba las cosas para la fiesta. McBee comenzó a sentir que algo extraño pasaba en esa casa, aún sin poder identificarlo.

—¿Y eso no trae enfermedades? ¿Nos hará daño?

—No lo creo. Aunque se ha discutido bastante sobre posibles efectos como alérgenos de los derivados de alimentos transformados genéticamente e incluso, se ha sugerido su toxicidad. Un estudio de gran repercusión al respecto fue publicado por Exwen y Pustzai en 1999, indicaba que el intestino de ratas alimentadas con patatas genéticamente modificadas resultaba dañado severamente.

Humberto se asustó e instintivamente se llevó la mano al estómago, pero McBee no pareció advertirlo y continuó.

—Investigaciones basadas en ratones y soja fueron ratificados en cuanto a actividad pancreática y de testículo —Humberto bajó las manos otra vez y se cubrió la parte mencionada—. No obstante, hay científicos que critican estos hallazgos debido a que no tuvieron en cuenta el método de cultivo, recolección y composición nutricional de la soja empleada. Otros estudios independientes, no encontraron de forma directa, efecto alguno en el desarrollo testicular de ratones alimentados con soja resistente a glifosato o maíz. Así que no tiene de qué preocuparse, además, eso fue hace más de cien años. Ya gran parte del mundo lo consume. Países como los Estados Unidos, China, la mayor parte de Europa y hasta en Australia.

—Menos mal…, ya estaba asustado. Aquí hasta Toby el perro, se la come. ¿Se imagina que algo malo nos pasara?

—¿Y es muy viejo el perro? —se interesó McBee mientras miraba al animal que pareció entenderlo, levantó la cabeza y lo miró, pero continuó echado en su esquina.

—No, qué va. Es un cachorro. La madre murió hace un par de meses y ahora solo nos queda él. Es la tercera generación que vive aquí. Nos lo quedamos porque nadie lo quiso adoptar, por suerte para nosotros. Él es muy buen guardián. Aunque es el último. Hemos tratado de reproducirlo pero no puede tener hijos. Y luego de poco más de tres décadas con su madre, no podemos estar sin esa compañía.

McBee lo miró incrédulo un instante, a ver si rectificaba su error, pero al ver la cara de lástima con que miraba a su cachorro, no lo corrigió.

—Pues parece un adulto. Es una lástima lo de la madre, el hijo es precioso.

—Así mismo, inspector —Humberto lo observó un instante y se acercó a él para hablarle en voz baja—. Permítame preguntarle, inspector ¿mucha gente comercia estos productos?

—Muchísimos.

—¿Y cómo es que les da negocio? ¿Qué me impide plantar una semilla de manzana y venderlas después? Seguirían siendo manzanas genéticamente modificadas, ¿no?

—No podría. La Tecnología Terminator lo impedirá. Es el nombre coloquial con que se conocen los métodos propuestos para la restricción del uso de vegetales genéticamente modificados, por medio de obtener que la segunda generación de semillas devenga estéril. Algunos estudios, los menos, afirman que ese consumo puede afectar cambios en el ADN humano. Pero, hasta hoy, no hay nada demostrado en realidad.

—Ahhh, entonces…

—Entonces, si planta las semillas, estas se pudrirán en la tierra, no saldrá nada de ahí, ni le pasará nada a usted.

—¡Contrá! Es más complicado de lo que creía. Ya he pensado varias veces en tener mi propio cultivo. Mi padre y mi abuelo fueron ganaderos que quisieron hacer algo parecido a eso que me dice, para mejorar la raza de los animales, pero nunca lo lograron. Yo también hice mis experimentos por mi cuenta. Traté de inventar nuevas razas de animales y especies de plantas. Todo de forma autodidacta y con el apoyo de mi familia siempre. Ahora veo por qué nunca tuvimos resultados algunos. Si en este pueblo no viviéramos tan cerrados al exterior, me hubiera enterado de estos métodos.

—Tenga en cuenta que nada se ha comprobado al 100%, porque en la ingeniería genética intervienen muchos factores vitales, desde el propio entorno, la genética misma del individuo y hasta la alimentación. Le aconsejo que pruebe por la vía natural, es la mejor. Cabe destacar que el uso del vigor híbrido, una de las estrategias más frecuentes en mejora vegetal, en las variedades no tradicionales pero no transgénicas también imposibilita la reutilización de semillas. Este procedimiento se basa en el cruce de dos líneas puras que actúan como parentales, dando lugar a una progenie con un genotipo mixto que posee ventajas en cuanto a calidad y rendimiento. Debido a que la progenie es heterocigota para algunos genes, si se cruza consigo misma da lugar a una segunda generación muy variable por simple Mendelismo, lo que resulta inadecuado para la producción agrícola que pretende realizar. Así mismo sucede con los humanos.

—Mi padre y mi abuelo me enseñaron a hacer algo así. Parecido.

La niña de Humberto fue hasta la sala a decirle que sus amigos entraron por el patio para no interrumpirlo, y que lo esperaban. Aún estaba en bata de baño, la toalla envuelta en la cabeza, una mujercita en miniatura. Le recordó a su propia hija cuando emulaba las costumbres maternas, pero esta tenía un ojo verde, como la madre, el otro azul, del mismo tono que los de Humberto, que le brindaban una belleza inusual. La niña se despidió y regresó al patio. Sin embargo, McBee se dio cuenta de repente que aquello que notaba raro, no era la heterocromía de la hija de Humberto; tal vez un mosaicismo o un rasgo genético heredado. Esa anomalía no era común, pero sí normal encontrarla. Lo que llamó su atención fue el hermoso perro de la familia. No supo decir qué, pero algo extraño tenía. Se detuvo a mirarlo bien mientras Humberto pensaba en lo que le había explicado y la hija de este regresaba con los amigos.

—Ya ve, inspector —lo interrumpió—, no tenemos ningún problema. Todo el mundo feliz y con salud de hierro, luego de décadas de consumo transgénico. Gracias por darme tan buena información. Entre los negocios y la familia no tengo mucho tiempo para estudiar.

—No se preocupe. Es parte de mi trabajo. Mientras mejor entiendan, menos trabajo paso para confeccionar mi informe. La ingeniería genética es algo que me apasiona y disfruto enseñándola. Ahora, déjeme hacerle otras preguntas. Son formalidades que cumplir.

McBee rellenó su formulario y se lo entregó a Humberto, que al firmarlo invitó al inspector a quedarse para que comiera un trozo de cake de la fiesta. McBee aceptó siguiéndolo hacia el patio. Justo antes de cruzar la puerta, Toby se levantó y entró primero que ellos. Hugh vio cómo la cumpleañera lo abrazaba con alegría.

—Disculpe, Humberto —le dijo McBee, asustado, pálido—. Tengo que declinar su oferta. Acabo de recordar que me esperan para una reunión en mi oficina dentro de una hora.

—¡Oh, qué pena! Bueno, regrese cuando quiera. Lo acompaño a la puerta.

—Eso pienso hacer, hasta luego, y despídame de la familia.

—Lo haré, no se preocupe.

Humberto cerró la puerta tras McBee y regresó junto a su hija. Sin embargo, McBee se echó a correr a su trabajo. Quién sabe cuántas cosas estarían sucediendo en esa familia, en ese pueblo, y quizás ni lo supieran. No obstante, a él, la imagen de Toby meneando cada una de sus tres colas con alegría, y el cake con treinta y cinco velas encendidas, no se le irían jamás de la cabeza.

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