Cuento «El día que Sandino se casó» por Anali Ubalde Enriquez

El día que Sadino se casó - Anali Ubalde - Revista Alquimia

Anali Ubalde Enriquez Lima, Perú 1984. Escritora peruana, nacida en Lima, pero creció y vivió en Puno, al sur del país de donde toma en gran parte los temas para escribir. Es socióloga y Magister en literatura por la UNMSM y Doctoranda en humanidades. Obtuvo el primer lugar en el II concurso de cuento de la Revista Archivos del Sur – Argentina con su cuento “Supay Creador” y el primer lugar en el I concurso literario internacional de la Casa de la UNCO” – Chile con su cuento “Techos Blancos”. Sus cuentos también forman parte de las antologías: “Profesor Dimarco 2013” del Instituto Superior de Formación Docente N° 39 – Argentina, “Vislumbrando horizontes” de la Editorial Libroptica – Argentina y “Cuentos por correo” de la Editorial Osiris – España. También cuenta con publicaciones en revistas literarias de España y Perú.

Compartimos con ustedes el cuento «El día que Sandino se casó» de la escritora peruana Anali Ubalde Enriquez, el cual forma parte de la Antología de Cuento Latinoamericano Contemporáneo, un ambicioso proyecto editorial dirigido por Astrolabio Editores. Este proyecto tiene como objetivo brindarnos un panorama completo de lo que se escribe hoy en el género del cuento, posiblemente el género más leído en América Latina.

El día que Sandino se casó

El día que Sandino se casó, el pueblo adquirió el color de las grandes calamidades. Algo en el viento decía que había un latido sordo, interminable, que poco a poco se pronunciaba con la caída de la noche.

Era entonces yo muy niña y no me había imaginado las profundas consecuencias que esto traería a mi vida y a la de mi familia. Yo solía jugar en esos días calurosos con mi hermano Lucas y pasábamos horas mirando el verde del jardín e inquietado a los animales de la granja de mi padre. Mi padre había muerto años atrás, aunque soportamos bien aquel infortunio con una callada melancolía gracias al infinito amor que mi madre nos tenía y las atenciones que la tía Lola, Juliana, el tío Beto, Pauli, Sarita y Carlucha nos prodigaban.

Este último sobre todo era especialmente amable, nos llevaba al río plateado donde las mariposas llegaban a morir. Yo corría río abajo con una rama de eucalipto, soñando con volar y Lucas recogía piedras de formas extrañas y colores fantásticos.

Pero ese día que Sandino se casó fue amenazador, recuerdo que cuando volvimos del río por la tarde con Carlucha, sin respiración a fuerza de reír de nuestras propias fechorías, mi madre tenía una expresión ahogada en su rostro, joven todavía, pero con una tristeza dócil desde la muerte de papá. Juliana miraba la ventana augurando tormentas y con una voz distinta a la suya, susurró un negro presagio.

Mi prima Pauli, era una cursi adolescente e intuía algo de lo que sucedía ese día amargo, pero nosotros inocentes, no sabíamos todo lo que traía consigo esa tarde en que Sarita, eximia cocinera, quemó la cena y por poco incendia la casa. Carlucha intentó decirnos algo en su lengua extraña pero no fuimos lo suficientemente rápidos para entenderlo pues esta lengua misteriosa hacía perder la compostura a la tía Lola, la hermana mayor de mi madre, y lo amenazaba con molerlo a palos si lo oía dirigirse una vez más a nosotros en ese dialecto infernal. El tío Beto, el segundo hermano, le decía a mamá que por este tipo de comportamientos Carlucha se sentía un hijo más, era hijo del aire ese indio. Nosotros como venganza a estos comentarios nos desquitábamos con Pauli, que también parecía hija del aire.

Pero el día que Sandino se casó, vimos las caras estupefactas de todos en la casa, nuestro entusiasmo de aquel día se convirtió en una honda pena que no sabría muy bien cómo explicar y en mis intentos por recuperarme de esta sorpresa miraba a Lucas buscando sus acertados comentarios y su autoridad de niño de diez años y hermano mayor.

Juliana, la niñera eterna, pues lo había sido de mi madre, de la tía Lola y del tío Beto, lo fue de Pauli y luego nuestra hasta que pasamos al cuidado de Carlucha, el de los ojos amarillos, había permanecido impasible durante décadas hasta que oyó nombrar a Sandino aquel día y lo que estaba ocurriendo en ese momento en el pueblo, a una hora de nuestra hacienda, y había murmurado con más convicción que nunca que las malas noticias llegaban volando.

No sabría exactamente explicar quién era Sandino y qué relación tenía con nuestra familia y solo llegué a mostrarme interesada cuando noté que mi madre perdía la tristeza suave de su frente y algo pareció oscurecerse en su memoria, porque nos miraba alternativamente a Lucas y a mí, a mí y a Lucas, como reconociéndonos hace poco, con el fulgor que tenían sus ojos esos días que yo no recordaba, cuando mi padre vivía. Nos miraba con una pregunta atravesada como las noches en nuestra hacienda de ensueños.

Recuerdo el día que Sandino se casó como el primero que vi al tío Beto hacer un mohín de disgusto. En su cara, llena de barba como un hombre mono, se dibujó un recuerdo que lo hizo de pronto más agrio y nos miró con rencor a Lucas, a Pauli y a mí.

Tal vez por el inexpresable parecido de Lucas con mi padre muerto y las dudas que lo atacaban respecto a Pauli, su hija, comprendimos el mensaje y corrimos a refugiarnos entre las piernas de Carlucha quien muy en contra de su naturaleza miró al tío Beto como esperando una embestida; porque él no era hijo del aire, era más bien nuestro medio hermano, según supe años después.

Vi de pronto que el rostro de mamá se retorcía en un llanto sordo primero, histérico después. Vi correr a Pauli a la cocina para traer el elixir de la resurrección, sentí a Lucas abrazarme y al tío Beto que le gritaba a Carlucha que nos sacara de ahí. Vi a Juliana temblar y a Sarita estrujar su mandil. Sentí como en un sueño un temblor lejano que me hizo tropezar camino al patio empedrado de estrellas de esa noche en la que Lucas cogió mi mano y siempre con esa pregunta entre dos voces, miraba lloroso a Carlucha.

La Antología de cuento latinoamericano contemporáneo es un proyecto editorial dirigido por Astrolabio Editores y la Fundación Grupo Latino, tiene como objetivo brindarnos un panorama completo de lo que se escribe hoy en el género del cuento, posiblemente el género más leído en América Latina.

Deja un comentario