Cuento «A la orilla del lago» por Tania Farias

Tania Farias Zapotlán el Grande, México. Licenciada en Comunicación Social por la Universidad de Colima, México y Maestra en Recursos Humanos por la Universidad París XII, Francia. Trabajó en el Departamento de Televisión de la universidad de Colima en escritura de guiones para videos institucionales y notas periodísticas. Colaboró en la edición y redacción de artículos para la revista cultural Ventana Latina en Londres, Inglaterra. Participó en la antología de cuentos Nostalgia Bajo Cero, la Antología Laboratorio de Historias Breves, Cuentos para Todos en Cien Palabras, Dónde están los Otros y la Casa en el Arce entre otros. También ha publicado artículos y cuentos en varias revistas y publicaciones.

Compartimos con ustedes el cuento «A la orilla del lago» de la escritora mexicana Tania Farias el cual forma parte de la Antología de Cuento Latinoamericano Contemporáneo, un ambicioso proyecto editorial dirigido por Astrolabio Editores. Este proyecto tiene como objetivo brindarnos un panorama completo de lo que se escribe hoy en el género del cuento, posiblemente el género más leído en América Latina.

A la orilla del lago

Me negaba a ir. De ser mi lugar favorito, esa cabaña frente al lago propiedad de sus padres se había convertido en mi peor pesadilla. La primera vez que Mario me golpeó fue después de una fuerte riña familiar con sus hermanos. Apenas habíamos cumplido nuestro primer aniversario de bodas. Ese día, llegó a la casa con los ojos encendidos y me exigió estar lista para partir en los próximos quince minutos. Manejó hasta la cabaña, a donde llegamos poco antes del anochecer. Tan pronto bajamos del carro él se dirigió hacia el bosque y se internó entre los árboles sin decirme una palabra. Con la esperanza de que esa caminata en la naturaleza lo ayudaría a tranquilizarse, preparé una cena con los escasos ingredientes que encontré en la cocina y me dispuse a disfrutar de una copa de vino frente al lago. Me gustaba estar allí, frente a esas aguas pasivas. Pasaron más de dos horas y mi marido no había regresado.

Sentada, con la cena fría sobre la mesa, contemplaba desde la ventana el resplandor de la luna rompiendo la oscuridad de la noche. Con ansiedad, intentaba descubrir cualquier movimiento que me anunciara su llegada. Esperé varios minutos más y después encendí el televisor de la sala. Necesitaba distraerme para no pensar en situaciones incómodas o desagradables. No sé en qué momento me quedé dormida, solo recuerdo que desperté al recibir un puñetazo en la cara y antes de que pudiera abrir los ojos, sentí como si me arrancaran el cuero cabelludo. Caí al piso y allí le siguieron las patadas y más puñetazos. 

Cuando todo terminó, me quedé enrollada como un ovillo temblando sin control. Mario se me acercó y me levantó con dulzura, como quien levanta un objeto frágil. Me llevó hasta la habitación y me recostó en la cama; luego limpió mis heridas y me pidió perdón llorando. En un abrazo le perdoné todo.

Sin embargo, la misma escena se repitió dos meses después, con la muerte de su padre; y de nuevo, cinco meses más tarde por otra riña familiar a causa de la herencia que no lograban acordar quién se quedaría con qué. Siempre en la cabaña. 

Esta noche su hermana llegó a la casa totalmente fuera de sí. Los gritos escalaron a forcejeos y terminaron con ella tirada en el piso después de un fuerte aventón de Mario. Ofuscada se fue jurando que jamás volvería, y entre lágrimas y la voz entrecortada le gritó a su hermano que se olvidara de ella y de toda su familia.

Cuando la puerta se cerró, Mario se quedó por varios segundos inmóvil. Yo rezaba para que no me pidiera ir a la cabaña. Pero mi devoción fue en vano; al cabo de unos minutos subió al cuarto, preparó una pequeña maleta y me dio la orden de preparar la mía. La pesadilla se repitió una vez más.

Con cada golpe que me daba, yo sentía como mi ser se difuminaba, se borraba, se invisibilizaba. En las otras ocasiones también me había pasado, pero quizás, el calvario había sido más corto y su arrepentimiento siempre me había devuelto mi cuerpo. Pero esta vez, fue implacable, cruel, sin corazón. Me golpeó hasta agotarse y entonces se salió dejándome tirada como si no existiera. Mi ser se hizo invisible por completo. Ya no hubo disculpas, ni sanación de heridas. Tirada en el piso lloré, hasta que mis lágrimas se secaron. Y tuve la certeza de que era invisible.

Largo tiempo después, me levanté con lentitud, pues cada movimiento me calaba hasta los huesos. Me paré frente al espejo que no devolvió mi reflejó. Me quedé allí de pie, por varios minutos, como si pudiera contemplarme. Estaba en esa habitación, sentía el frío del suelo en mis pies, pero por más que me esforzaba no me veía, mi cuerpo era invisible. Aunque no era capaz de verlas, pase mi mano por cada una de las heridas, eran tantas que pronto perdí la cuenta.

Solo existía un camino para reaparecer. 

Entonces, caminé en dirección del lago. La silueta de Mario se adivinaba gracias a la fogata que éste había alumbrado. Decidida, avancé hacia el embarcadero. Mi verdugo estaba bebiendo. Tenía a su lado un balde lleno de cervezas. Varias botellas vacías yacían a sus pies. Tomé la cubeta y la llevé hasta el borde, a un lado del lago. Esperé con paciencia a que Mario terminara la botella que tenía en sus manos y se viera obligado a levantarse por otra. No tardó mucho, tambaleándose después de girar sobre sí mismo buscando su balde con cervezas, avanzó hasta el límite del embarcadero donde yo lo había dejado.

Cuando Mario llegó al borde, lo empujé al agua fría de otoño con toda la rabia que sentía. Mario no sabía nadar. Gritó con todas sus fuerzas por auxilio mirando hacía la cabaña como esperando que saliera a ayudarlo, sin saber que lo observaba desde lo alto del embarcadero, a escasos centímetros de él. Mientras se hundía, yo sentí cómo mi ser volvía a ser visible, como mi cuerpo reaparecía. Nuestras miradas se cruzaron por última vez. Me di la media vuelta y me fui.

La Antología de cuento latinoamericano contemporáneo es un proyecto editorial dirigido por Astrolabio Editores y la Fundación Grupo Latino, tiene como objetivo brindarnos un panorama completo de lo que se escribe hoy en el género del cuento, posiblemente el género más leído en América Latina.

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