Cuento «Con su libreta amarilla» por Rosalba Olivieri

Rosalba Olivieri, Ciudad de México. Licenciada en diseño gráfico, con estudios en pintura, escultura, grabado y esmalte sobre metal, donde encontró la forma de relacionarse con el color y la textura. Escribir llegó de pronto, fue una puerta que la encontró en el camino sorprendiendo sus espacios más íntimos, la llena de gozo y logra que sus sentidos se vuelvan a inventar. Desde su infancia ha tenido una relación especial con la creatividad. Imaginar es parte importante de su personalidad. Inicia cada proceso con una idea, pero en el mismo hacer, la idea va variando hasta convertirse en un resultado que muchas veces es totalmente distinto a la idea original. Cree que la creatividad puede ser todo menos rígida. Cualquier accidente o error son el principio de ideas que pueden ser utilizadas a favor.

Compartimos con ustedes el cuento «Con su libreta amarilla» de la escritora mexicana Rosalba Olivieri, el cual forma parte de la Antología de Cuento Latinoamericano Contemporáneo, un ambicioso proyecto editorial dirigido por Astrolabio Editores. Este proyecto tiene como objetivo brindarnos un panorama completo de lo que se escribe hoy en el género del cuento, posiblemente el género más leído en América Latina.

Con su libreta amarilla

Pasaba mucho tiempo observando, parecía estar absorto en lo que sucedía a su alrededor. No expresaba lo que había dentro de él, era callado, pero eso sí, muy amable. Ramiro era un hombre inteligente que se la pasaba dibujando en su cuaderno de portada amarilla.

Se le veía caminar abrazado a su libreta, o sentado dibujando. Observaba a grupos de personas que hablaban entre sí. Su pluma azul rodaba a toda velocidad mientras sus ojos se posaban sobre sus modelos, que en ocasiones se incomodaban con su mirada radiográfica.

Cuando era niño pasaba horas haciendo garabatos, cualquier superficie se convertía en un lugar para hacer sus obras de arte. En una ocasión su madre tapizó las paredes con plásticos para que su hijo se expresara libremente. Era más barato que comprar miles de hojas que acabarían como basura.

A medida que creció, sus dibujos se perfeccionaron. Lo que al principio fueron trazos sencillos semejantes a una figura humana, acabaron siendo grandes escenas. Utilizaba su talento para plasmar cuerpos en movimiento, rostros llenos de emociones y composiciones llenas de sentimiento. Su visión era diferente, sus representaciones eran imágenes caricaturescas que desbordaban sentimientos.

La familia respetaba su personalidad introvertida y admiraban su sencillez, sabían que Ramiro era una persona especial.

El tiempo y las horas invertidas rodando su pluma lo convirtieron en un maestro del dibujo. Ese talento lo llevó a la fama, él no hubiera querido ser reconocido, pero existen dones que son imposibles de esconderle al mundo. Las exposiciones eran sorprendentes, nunca existió un artista que tuviera esa cantidad de obras. Las salas estaban repletas de piso a techo por escenas hechas a pluma con algunos retoques sutiles en acuarela. Era un espectáculo mágico. El color azul de la tinta, que generalmente usaba, caracterizaba su estilo. La gente podía pasar horas contemplando paredes repletas de creatividad pura.

Cuando le preguntaron por qué dibujaba con ese peculiar estilo, él simplemente respondió “porque así es” Claramente vivía con una visión diferente. Era imposible pensar que lo que observaba fuera una caricatura. Nadie se parecía a él, la creatividad fluía en su mano sin detenerse. Los críticos de arte admiraban más su imaginación que el talento para expresarla. No repetía un solo cuadro, cada uno poseía una escena original. Era extraño pensar que dibujaba algo que no existía. Años dibujando y nadie había notado algo tan obvio.

Primero fue conocido en su país, al poco tiempo se convirtió en una figura internacional.

Un día, un hombre se acercó a él, quería entender por qué plasmaba algo inexistente.

Ezequiel Urriaga era un hombre muy formal de unos sesenta y tantos, con cara apacible y siempre usaba corbata de moño de diseños vistosos que le daban un estilo peculiar. Iba tras él cuando visitaba parques, cafés, calles concurridas o cualquier lugar donde pudiera observarlo. Una tarde afuera de un hospital se acercó Ramiro, la plática entre ellos fluyó logrando que confiara en él. Empezaron una amistad que duraría para toda la vida. Tardes de pláticas entre bocetos llenaron los días de dos solitarios que compartían el amor por el arte.

Los árboles lanzaban sus hojas amarillas y ellos pasaban horas en una banca junto a la parada de autobús. Ramiro le platicó sobre su fascinación por expresarse, su fama no deseada y lo que sentía por la presión de los críticos a los que nunca pidió su opinión. Ezequiel entendió el porqué de esos ojos melancólicos, pero tenía que hacerle la pregunta que todos tenían en su cabeza. ¿Por qué dibujaba algo que no existía? Realmente no entendió la pregunta, él simplemente pintaba lo que veía, contestaba tranquilamente.

Ezequiel se dio cuenta de que realmente veía esas imágenes, y por primera supo que tal vez tenía otro don. Veía seres animados sin saber que los demás no los percibían, lo que para él era normal resultó ser extraordinario. Se inundó de angustia, la idea de saberse tan distinto lo hizo volver a encerrarse en sí mismo. Abrazó su cuaderno amarillo, como queriendo sostener la poca cordura que le quedaba. Ezequiel lo miró con asombro y compasión, debía de ser muy difícil nacer con una condición que nadie más tenía. El tiempo se encargaría de acomodar las ideas y emociones, Ramiro tendría que aceptar su condición para seguir dibujando sin parar como lo había hecho siempre.

Al día siguiente decidieron hacer un experimento en la fila del autobús, le narraba a las personas que señalaba a su amigo de corbata de moño. El primero en la fila era un hombre corpulento con mostacho, vestido con traje. Hasta ahí no había nada de raro. Sus ojos se posaron sobre la nube de caricatura sobre la cabeza del hombre formado en la fila. Podía ver una escena fantástica que integraba una gran representación. Siguió describiendo al siguiente, cada uno con una nube de personajes sobre sus cabezas. Una fila de seres humanos con seres caricaturescos flotando sobre ellos, un momento completamente surrealista. Ezequiel con los ojos y el criterio abiertos a lo nuevo escuchaba atento. Ramiro tuvo una pequeña sensación de alivio al encontrar la razón para su personalidad observadora y ensimismada. Los dos, sentados estupefactos, la gente subiendo al camión y las nubes de personajes que llenaban todo el espacio dentro del transporte. Los días ya no eran tan solitarios para Ramiro, su amigo era su confidente y una especie de terapeuta, podía contarle lo que veía sin temor a ser juzgado.

Con la ayuda de Ezequiel, Ramiro empezó a conectar la burbuja de ilusión con la persona que la producía. Las piezas acomodaban su entendimiento y supo que lo que veía sobre las personas eran sus pensamientos. La mayoría de las veces era un dibujo caótico, lleno de elementos, otras, sencillos y en calma. Descifraron que cada persona pensaba diferente, pero en todas las ocasiones se mostraban en forma de caricatura. En los gestos de las personas se veían las emociones causadas por sus cabezas ¡Cuántas historias había plasmado en sus lienzos sin saber lo que significaba!

Ahora, lo que pintaba, había cobrado otro sentido, se deshizo de su pluma azul y escogió una de tinta roja. Veía todo con otros ojos, con otro color y así lo representó, marcó un antes y un después. Rojo intenso que bombeaba por su cuerpo y que resignificó su creatividad. No quiso explicar el porqué del cambio de tinta, nadie le creería. Simplemente catalogaron su cambio como la época roja de la artista.

Ya tenía un amigo, alguien que no lo creía un loco por el don con el que había nacido. Una mañana como tantas donde esperaban su café, Ezequiel le preguntó cuál era la imagen que flotaba sobre su cabeza, tanto tiempo escuchando lo que veía en los demás y temía preguntar por la suya.

Ramiro tomó su libreta amarilla, arrancó una hoja y la firmó en la parte inferior. Ezequiel no entendió por qué la hoja estaba en blanco. Había pocos a los que había visto sin la cabeza atiborrada de imágenes, que viven la vida sin complicaciones parecidas a ese hombre con corbata de moño.

La Antología de cuento latinoamericano contemporáneo es un proyecto editorial dirigido por Astrolabio Editores y la Fundación Grupo Latino, tiene como objetivo brindarnos un panorama completo de lo que se escribe hoy en el género del cuento, posiblemente el género más leído en América Latina.

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