Les compartimos un cuento titulado Prometo nunca olvidarte de la autora Abigail Martínez. 

Autora: Tomasita Abigail Martínez Arroyo. Xochitepec, Morelos, MX.

Te dejé llorando, no fui capaz de evitar que esas lágrimas corrieran por tus mejillas. Me detesto y detesto este momento. Sé que no es un adiós definitivo, algún día nos volveremos a ver de eso estoy segura.

Este año se quedará en mi mente y prometo volver, no sé si te diste cuenta de cuanto sufro con esta partida. Tú fuiste mi primer amor, la primera mujer a la que le dije un te amo tan verdadero como esas noches tomadas de las manos en la plaza del centro.

Todo inició con la aventura que mi madre quiso iniciar con papá al mudarnos de ciudad. Fue una decisión tan drástica que después de mi graduación de secundaria tuve que decir adiós a mis mejores amigos sin saber si algún día iba a regresar.

En casa las maletas ya estaban hechas, todo estaba listo para partir esa misma tarde, sólo las tomamos y en compañía de un taxi directo a la central. No estaba preparada para un viaje tan largo, eran 13 horas de camino al “nuevo hogar” que nos esperaba en el otro extremo del país.

Estaba molesta, toda mi vida se quedó en mi ciudad natal, esa hermosa Cuernavaca, todo lo dejé ahí. Detestaba a mis padres, habían derrumbado mi mundo entero en un día, ya ni la graduación valía la pena recordar. El viaje duró una noche entera por lo que el sueño venció a mis lágrimas y me llevó a un descanso profundo y largo. A la mañana siguiente una fuerte luz amarilla me hizo despertar, abrí los ojos y mamá me decía que habíamos llegado.

Al bajar del autobús mi piel sintió ese calor inmenso y cruel, el lugar parecía un desierto, sus colores tan pálidos y arenosos me hicieron extrañar al instante el clima de mi eterna primavera.  El lugar me hizo recordar de inmediato el inmenso desierto que alguna vez crucé de pequeña para llegar al sueño americano que tanto deseaban mis padres, y ahora… no es un sueño americano, pero sí el de salir adelante y experimentar un estilo completamente diferente de vida al que teníamos en mi verdadero hogar.

Un señor nos recogió en la central, era el esposo de una hermana de mi madre, el señor de estatura baja y regordete se mostró muy amable, tomó las maletas y la metió a una van blanca que se encontraba estacionada a una cuadra de la terminal de autobuses, esa misma terminal en la que hoy me despediste.

En el camino al nuevo hogar, el señor no paraba de hablar con mis padres sobre la cantidad de trabajo que hay en esa ciudad. Por las ventanas el paisaje era el mismo; casas y casas color blanco y arena, un sol tan ardiente que la calefacción de  la van no ayudaba mucho y paralelo a la carretera un ancho y largo canal de agua verdosa que de acuerdo al señor cruzaba toda la ciudad, me dijo que tenía el mismo  ancho que el Río Bravo.

Tardamos exactamente treinta minutos en llegar a la casa de mi tía donde viviríamos con su familia entera, tres primas, un primo, una tía con su esposo y un perro, lo único que esperaba era que la casa fuera grande y bonita. Al llegar mi esperanza cayó, era una casa GEO de dos habitaciones, un baño y una sala-cocina. ¿Cómo o dónde íbamos a dormir nosotros? Mi enfado aumentó, mamá me había prometido que sería un buen viaje, pero al contrario, todo iba mal.

La familia nos recibió con los brazos abiertos, todos sonreían, pero yo no dejaba de pensar en el lugar; una casa pequeña en una colonia donde las calles son de tierra y la única pavimentada era la principal por donde pasaban las rutas, perdón “peceras”, que eran los típicos autobuses escolares americanos que recogen a los niños para llevarlos a la escuela pero oxidados y viejos.

Esta Reynosa me desilusionaba aún más y más, me parecía horrible y quería volver a mi casa de verdad, ya no quería estar en esa ciudad desierta sin colores ni árboles grandes y frondosos.

Al entrar a la casa la hermana de mi mamá nos llevó a lo que sería el patio trasero, ahí estaba construido con láminas y tablas un cuarto de unos cinco metros de base por tres de alto, ese era nuestro nuevo hogar, mi tía nos mostró el interior, dijo que no era mucho pero que nos lo habían hecho con cariño para nosotros.  Lo odié aún más, quería volver a casa de inmediato, no quería vivir en un cuarto de láminas y tablas, quería mi casa, esa casa que papá construyó con amor para su familia. En ese momento envidiaba a mis hermanos, ellos se habían quedado y estaban disfrutando de mi hermosa Cuernavaca y de la casa de la familia mientras yo dormía en un colchón viejo rodeado por paredes de madera.

¿Por qué mis padres decidieron venir a Reynosa? ¿Con qué objetivo?

Al siguiente día mamá me despertó para meterme a bañar por que había que buscar escuela para mí. Una nueva escuela, nuevas personas, nuevos maestros… eso tal vez podría balancear las cosas en esta nueva vida. Ya listos y con papeles en mano nos subimos a esa van y la primera opción fue una escuela de tres pisos con carreras técnicas y sólo dos años de prepa. La tomé, me gustó mucho, escogí la carrera de electrónica y lo más padre era que iniciaba clases en tres días, al parecer aquí las cosas eran diferentes. A mamá le encantó el hecho de verme sonreír, me compró mi playera del uniforme y fuimos en busca de pantalones para completarlo, era el momento de conocer el centro de la ciudad.

Mamá adoraba ir de compras y más conmigo, me sorprendió cuando le pidió a mi tía que nos dejara ir solas y que regresaríamos a casa antes de la cena. Mi madre fue muy valiente, estábamos en una ciudad nueva y desconocida y aun así nos aventuramos a hacer nuestras cosas solas, como ella dice “Preguntando se llega a Roma” y sí, así llegamos al centro.

En el centro, los colores cambiaron, los negocios eran pequeños pero con muchas cosas, recorrimos una calle en la que no pasaba ningún vehículo y nos topamos con un Woolworth dentro del famoso “Paseo Reynosa”, ahí compramos mis pantalones y mientras me los probaba escuché una voz muy dulce y anorteñada, cuando giré te vi por primera vez, estabas mostrando a tu madre un vestido azul marino, cautivaste mi mirada, eras muy guapa, tu cabello era castaño claro, una tez blanca, unos ojos color miel y una sonrisa hermosa. De pronto giraste y me viste, sólo sonreíste y seguiste tu camino rumbo a la caja. Me apresuré a elegir mi ropa y poder pagar, al salir de la tienda te busqué por todos lados, pero no logré verte.

Regresamos a casa muy noche, todos estaban preocupados, pues no sabían dónde estábamos, mi papá estaba fúrico porque nos habíamos tardado mucho. Pero se calmó al vernos llegar sanas y salvas, ese día fue maravilloso y la noche lo fue aún más. Papá nos esperaba con una sorpresa, estuvo trabajando en el cuarto, le colocó focos diferentes y pintó las paredes, una vez más había construido un hogar para su familia. En mi cama había una caja de cartón, papá me dijo que la abriera, que me había comprado un regalo.  Cuando lo abrí y vi lo que había dentro salté y grité de emoción, era un celular, jamás había tenido uno. Abracé a papá y le di las gracias, me explicó que era mi regalo de graduación y que ahora sí no tenía pretexto alguno para no avisar en dónde andaba. Mamá ya sabía del regalo y al parecer ellos también se habían comprado uno nuevo. Ese día fue como una navidad anticipada a pesar de que apenas iniciábamos agosto.

Al día siguiente el esposo de mi tía me enseñó cuales peceras debería tomar para irme al colegio, hicimos el recorrido una vez y con eso bastó para grabarme el camino. Esta nueva etapa se había vuelto algo emocionante. Por las noches no dejaba de pensar en tu sonrisa y en tus ojos, fue como si cupido me hubiera flechado en el instante.

Llegó el lunes, me desperté temprano, me di un baño, me alisté para el colegio, tomé mi mochila y celular, pedí mi gastar y me fui a la parada. Al llegar al colegio me dieron mi horario, grupo y salón en la dirección. Estaba emocionada, nuevas caras y nuevos amigos, mi grupo era el 101 y el salón se encontraba hasta el tercer piso. Cuando llegué, habían varios chicos y unas cuantas chicas, el salón era muy grande, en total éramos veinticuatro estudiantes, mitad de chicas y mitad de chicos, en el salón habían dos especialidades; electrónica y contabilidad y por obvias razones la mayoría de las chicas se encontraban en contabilidad.

Al presentarme todos rieron por mi acento, era una guayaba en el norte no era fácil ocultar mi procedencia. Todos mis compañeros fueron muy amables e hicimos clic al instante. En el receso podíamos salir a la calle a comprar de almorzar, eso me gustaba, podía ir a una tienda, fonda, restaurante o hacer lo que quisiera en una hora, eso sí… debíamos regresar a tiempo al colegio sino las puertas eran cerradas y tenías un reporte por “no regresar a clases”.

Los profesores eran muy divertidos y buena onda, sabían mucho y mi especialidad era muy interesante, aprendí a armar circuitos y a soldar, en poco tiempo.

Ya habían pasado dos meses de haber entrado a clases y una tarde de regreso a casa la pecera hizo parada como de costumbre en un centro comercial que estaba en la avenida principal. Todo era normal, iba escuchando música cuando de pronto se escucharon muchas risas, eran las chicas del CETIS que siempre se subían en esa parada, pero esta vez había algo particular dentro de esas voces algo que me causó ruido. De entre las risas resaltó una que me sonó familiar, giré la cabeza a la derecha y te volví a ver, me viste, cambiaste tu lugar y te sentaste a mi lado.

Me dijiste -Hola, te me haces conocida… ¿nos conocemos?-

Me quedé muda y con la cabeza dije no, entonces volviste a hablar – Espera, ¡Eres la chica del Woolworth! –

Con voz temblorosa dije que sí. Enseguida te presentaste

 – Me llamo Alanís y ¿tú?- 

Te respondí con voz nerviosa – Danielle-

Me explicaste que nunca tomabas esa pecera y que esta vez lo hacías porque ibas a hacer un trabajo a la casa de una compañera que vivía a unas cuadras de donde vivía yo. Durante el camino platicamos y nos conocimos un poco, al parecer te gustaba platicar mucho, conocí más de ti que lo que tú supiste de mí. Me dijiste que te gustaba mi acento y que, aunque te daba miedo salir del estado te gustaría visitar algún día mi eterna primavera.

Al llegar a la parada, nos despedimos y me diste tu número de celular y casa, yo te di mi número de celular y cada quien partió en direcciones opuestas. En casa después de la comida me puse a hacer mi tarea cuando de pronto mi celular sonó, respondí y era tu voz de nuevo, me dijiste que como seguías en la casa de tu amiga y yo estaba cerca sería buena idea ir a dar una vuelta a un parque que estaba a unas cuadras, te dije que pediría permiso y que te llamaría.

De inmediato les pregunté a mis papás si me daban permiso ir, me dijeron que no porque ya iba a oscurecer, mi tía los convenció de dejarme ir ya que no estaba muy lejos el parque.

Cuando me dijeron que sí la llamé y quedamos de vernos en una tienda, de ahí nos fuimos al parque, era algo pequeño, pero eso no importaba porque tuve la oportunidad de pasar unas horas más contigo escuchando tu voz y risa.

Me sentía como niña chiquita, nos subimos a los juegos del parque en los que nos tomamos una foto, corrimos en círculos, dimos vueltas mirando al cielo y cuando atardecía nos sentamos en una barda alta y vimos como el sol se escondía.

Una llamada a tu celular anunció la hora de regresar a casa, tus papás estaban en la tienda donde nos vimos esperándote, te acompañé y nos despedimos, ese beso en la mejilla me hizo sentir de maravilla, subiste al carro y te fuiste. Al llegar a casa recibí un mensaje tuyo, en el que me deseabas una bonita noche y agradecías por hacer de tu tarde algo inolvidable y que esperabas vernos de nuevo. Sólo pude responder “gracias” con una carita feliz.

Los días y semanas pasaron y nos mensajeábamos todos los días. Durante nuestros recesos me llamabas y platicábamos sobre lo que hacíamos, tú no podías salir de la escuela durante como yo, pero eso no nos limitaba a platicar, mientras te escondías en una parte del patio para que no te vieran el celular, yo me iba a sentar a un árbol que estaba a dos cuadras del colegio.

En la parada de ese centro comercial siempre esperabas a que pasara la pecera en la que iba para saludarme agitando los brazos o con una hoja en la que escribías “Hola”. Con el tiempo nos hicimos grandes amigas y me fui enamorando de tus locuras, parecía un amor imposible por ser un amor entre chicas.

Todas las tardes invertía tres pesos en el teléfono de monedas y te llamaba y platicábamos por horas y horas hasta que el teléfono me pidiera cincuenta centavos más para continuar con la llamada. Casi no salíamos juntas y cuando lo hacíamos íbamos con tu mamá y hermano o con tus amigas.

Un día salí temprano de clases por un simulacro que hizo la planta de PEMEX  que estaba cerca del colegio. Ese día decidí sorprenderte y me bajé en la parada del centro comercial, esperé impaciente a que salieras de clases, me escondí detrás de una camioneta que estaba estacionada, de pronto te vi y como de costumbre esperabas a que mi pecera pasara para saludar, me acerqué con una hoja en la que escribí “Hola”, me coloqué a un lado de ti y giraste, te mostré la hoja y me abrazaste muy fuerte, tu emoción se notó con un gran grito que hizo a todos voltear.

Me tomaste de la mano y me dijiste que fuéramos por un helado, corriendo me llevaste al centro comercial, jamás había entrado y era enorme, habían muchas tiendas.

Fuimos directo a una heladería, tú elegiste chocolate y yo fresa, platicamos de muchas cosas, estabas muy emocionada por verme, de pronto vimos el reloj y ya era tarde, cuando salimos el cielo casi terminaba de oscurecerse, vimos los celulares y teníamos muchas llamadas perdidas de nuestros papás, de inmediato nos comunicamos y explicamos lo que había sucedido, tomamos nuestras peceras sabiendo de la regañada que nos esperaba en casa, pero no importaba porque ese momento juntas nadie nos lo iba a poder quitar.

En casa me regañaron y castigaron dos semanas, a ti también te castigaron y empezaron a ir por ti a la escuela, ya no te veía en la parada y durante semanas no hablamos ni mensajeamos, pensé que ya no querías saber de mí o que te habías enojado. Intenté llamarte a casa tarde tras tarde pero tu mamá me decía que no estabas o simplemente no respondían. Estaba confundida, no sabía qué estaba pasando, no sabía nada de ti y eso me deprimía bastante.

Después de un mes sin saber de ti llegó diciembre, mis fechas favoritas estaban cerca, navidad y año nuevo eran las festividades que más esperaba durante todo el año.

Fue un 18 de diciembre el último día de clases en el que mis compañeros y yo hicimos un convivio navideño, yo ya me había hecho de la idea de que ya no volvería a verte.  Estaba triste y feliz a la vez por que regresaría a Cuernavaca para pasar las festividades en mi verdadero hogar con toda mi familia. 

En la hora de la salida, justo cruzando la calle estabas tú con un abrigo y una cartulina que decía “Hola, te extraño mucho”. Al verte corrí hacia ti y te abracé, llamé a mis padres y les dije que llegaría un poco tarde porque me habían invitado unos compañeros a una posada, mis papás me dieron el permiso. Te tomé de la mano y te dije que fuéramos por un café, me dijiste que sí y tomamos un taxi al centro.

En el café me contaste que tus papás te castigaron, te quitaron el celular y te prohibieron volver a verme y que todas las veces que yo llamaba no te dejaban responder. Me preguntaste sobre cómo había estado y cómo me había sentido, te dije lo mucho que te extrañaba y que me sentía muy triste al no saber de ti. Salimos del café y hacía mucho frío, te presté mi bufanda y caminamos un poco por el quiosco que está justo enfrente de la iglesia principal de la ciudad.

Subimos al quiosco y nos sentamos en una banca, te pregunté por qué tus padres se habían enojado tanto, bajaste la mirada y de pronto me viste directo a los ojos y con tu voz nerviosa dijiste:

  -Porque me enamoré de ti y te amo-

Sellaste tus palabras besándome en la boca. Sentí miles de emociones y sentimientos en ese momento, mis mariposas volvieron a revolotear y después del beso te dije que también te amaba.

Me preocupé por el hecho de que estábamos juntas y tus padres no lo aprobaban, me dijiste que no me preocupara, que ellos se habían ido a la casa de una de tus tías y que pasarían la noche allá.

Platicamos por horas en esa banca, te conté los planes de regresar a Cuernavaca para navidad y año nuevo, me dijiste que me extrañarías y que esperarías con ansias mi regreso.  Te lleve a tomar un taxi, me escribiste en un papel tu nuevo número de teléfono con un corazón al final, antes de subir al taxi me diste un beso en los labios y dijiste – Te veo cuando regreses mi amor- entonces entendí que éramos novias oficiales.

Regresé a Cuernavaca y tuve la oportunidad de ver a mis viejos amigos y a mi mejor amiga de la secundaria, en una tarde la puse al tanto de todo lo que me había pasado en la nueva ciudad y como siempre me aconsejó a seguir mi corazón y que, aunque tuviera que esconderme no te dejara ir.

Navidad fue increíble, hablamos por una hora en la noche para decirnos feliz navidad, contarnos sobre los regalos que habíamos recibido, lo que habíamos comido y todo lo que habíamos hecho.

En Año Nuevo hablamos por teléfono esperando que dieran las doce de la noche y decirnos cuanto nos queríamos, tus primeras palabras de ese año fueron – Te amo y muero de ganas por verte- .

Las vacaciones terminaron y regresé el día seis de enero, regresé sola, pues mis papás se quedaron porque tenían que arreglar algunos desastres que mis hermanos hicieron durante su ausencia, tenía miedo de no tenerlos conmigo en la casa y sabía la falta que me iban a hacer, pero aun así regresé sola.

Al siguiente día regresé a clases, el inicio de un nuevo semestre fue oscuro y doloroso, una de mis amigas del salón había fallecido la noche anterior y el día se nubló. Ese día habíamos quedado para vernos en el centro, pero cuando te dije lo que había pasado de inmediato te fuiste a verme al colegio.

En ese momento nos fuimos todo el grupo al velatorio, estuviste conmigo en todo momento, no me dejaste sola y me abrazaste muy fuerte, en la tarde despedimos a mi amiga llevándola al panteón, todo fue muy rápido. Jessica fue la primera chica que me habló el primer día de clases, se convirtió en mi amiga de inmediato y ya  no estaría más conmigo.

Me llevaste a casa y te acostaste conmigo en la cama, no paré de llorar hasta quedarme dormida. Cuando desperté ya no estabas, pensé que había sido todo un sueño, pero una nota debajo de mi mano me hizo regresar a la realidad, me escribiste: 

“Tuve que irme porque era tarde, sólo recuerda que Jessi está en un lugar mejor y desde allá te estará cuidado. Mándame mensaje cuando despiertes. Posdata: Te amo”

Mis papás llamaron para saber cómo estaba, les conté lo que pasó y me dijeron que lo sentían mucho. En la conversación me dieron otra mala noticia, ellos ya no iban a regresar a Reynosa, tenían muchas cosas que hacer en Cuernavaca y que yo me quedaría el tiempo necesario sólo para terminar el semestre y al finalizar me regresaría a Cuernavaca de nuevo.

Al terminar la llamada te mandé mensaje y te di las gracias por la nota, yo estaba destrozada por la pérdida de mi amiga y la noticia que me habían dado mis padres. Decidí no decirte nada sobre mi regreso a Cuernavaca al terminar el semestre.

El tiempo que me quedaba decidí que lo ocuparía para hacerte feliz y disfrutarlo a tu lado. Salimos con frecuencia, íbamos al cine donde trabajaba un compañero de la escuela que nos dejaba entrar gratis. Nos aventuramos a conocer más la ciudad, visitamos parques, restaurantes y pasamos muchas noches platicando en el quiosco del centro.

Tus padres ya se habían resignado a que su hija tuviera una novia. Nuestra relación se había convertido en la historia más bonita del mundo, el amor que sentimos mutuamente era maravilloso y no quería dejarte. Muchas veces pensé en contarte sobre mi partida, pero no podía porque no quería que todo se viniera abajo. Te amaba tanto que no quería hacerte ningún daño.

Así llegamos al día de hoy, mi último día en Reynosa, nos vimos en la mañana para almorzar por última vez, aunque tú no lo sabías, en La Fogata De Reynosa que estaba en cerca del quiosco, el desayuno fue muy elegante, bebimos vino y comimos muy rico, brindamos por el amor que teníamos y sellamos el almuerzo con un beso sabor a chocolate por el postre que habíamos comido.

En la tarde quedé de verme con mis compañeros del colegio en la terminal para despedirme, cuando de pronto apareciste en la entrada con la cara roja y los ojos llorosos con lágrimas que empapaban tu hermoso rostro. Me viste con mi maleta en mano, te acercaste y no supe qué decir o hacer.  Me miraste con enojo y me abofeteaste, mi mejilla se puso roja al instante, me dijiste que era una cobarde por irme sin haberte dicho nada, te abracé y me golpeaste el pecho repetidamente diciéndome que no era justo que te abandonara de esa forma, te dije que no sabía cómo decirte que debía partir. Sabía que había cometido un gran error, pero no quería despedirme de ti, lloraste y me preguntaste si aún te amaba, mi respuesta fue sí.  

De pronto los altavoces anunciaron la salida de mi autobús, el momento más difícil había llegado, decir adiós de nuevo. Te limpiaste las lágrimas y me besaste, metiste una carta con una pequeña bolsa de regalo en el bolsillo de mi sudadera, me miraste a los ojos y dijiste

– “Ese beso es prestado, tendrás que devolvérmelo algún día”-

Me despedí de mis amigos y tíos y partí al andén. Ya en el autobús comencé a llorar, en la salida te paraste justo afuera de la terminal  con una cartulina en manos que decía, “Hola, te extrañaré y no olvides que te amo”  noté que seguías llorando. El autobús siguió en marcha hasta que te perdí de vista. Recordé lo que metiste en mi bolsillo, lo saqué y leí la carta que decía:

“Para ti mi primer amor:

Te amo y siempre te extrañaré, viví cosas hermosas a tu lado. Siempre estarás en mi mente, gracias por hacerme creer en el amor de verdad, aunque ya no estés seguiré esperando pacientemente la pecera en la que pasabas de regreso a tu casa. Nunca olvidaré nuestro primer beso en el quiosco y mucho menos la primera vez que te vi en el Woolworth, ese día cupido me susurro al odio que eras alguien especial. Lamento los momentos malos que vivimos y aunque no sé si algún día te vuelva a ver sé que nunca olvidaremos todos esos momentos juntas. Quizás no fui la mejor novia, pero sí te amo demasiado. Siempre te recordaré por ser la única mujer que robó mi corazón y que se apoderó de mi amor. Si necesitas algo ya sabes cuál es mi número. Por favor, no me dejes sin saber de ti, sabes la falta que me harás, todos esos lugares que visitamos se quedan con nuestros momentos y cada vez que los visité ahí estarás tú conmigo.

Te quiero y amo mucho.

No te digo adiós sino te veré pronto.

Con amor…

Tu novia del norte; Alanís Quevedo”

Al terminar de leer mis lágrimas comenzaron a caer, mi sudadera se empapó, al final de la carta estaba pegada la única foto que nos tomamos cuando fuimos al parque. Abrí la pequeña bolsa de regalo rosa, dentro había un anillo de plata con una nota:

“Prometo nunca olvidarte”.

No sé exactamente lo que me espera en Cuernavaca, pero esta aventura que iniciaron mis padres fue hasta ahora lo mejor que me ha pasado.

Yo prometo que jamás te olvidaré y que algún día te devolveré ese beso.

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