Les compartimos el primer capítulo de la novela Encontrando el amor de la autora Ahtziri Aguilar.

Sobre la autora: Ahtziri Aguilar, nacida en Tuxtla Gutierrez, Chiapas, México el día 6 de enero de 1999. Estudiante de la Licenciatura de Enseñanza del Inglés, en la Facultad de Lenguas de la Universidad Autónoma de Chipas. Empezó a leer en la app Wattpad, para luego empezar con la escritura. No ha publicado libros anteriormente.

«El comienzo de todo»

Un día como cualquier otro, él se vestía para salir a trabajar. Se puso sus pantalones negros y su camisa guinda con el logotipo de la cafetería donde trabajaba; lo que consistía en una taza de café con un reloj al lado. Se puso sus Toms colores grises, se arregló el cabello peinándolo con sus dedos, se echó un último vistazo al espejo para luego despedirse de su gato Hiro y salir de su departamento. Caminaba por las hermosas calles de Verona, Italia. A él le gustaba caminar, ya que observaba a las distintas personas, tanto turistas como habitantes de la ciudad. Después de unos minutos caminando llegó a la cafetería en la que trabajaba la cual se llamaba Coffe Time.

―Buenos días― dijo al entrar.

―Buenos días, pequeño Haru― dijo la señora que se encontraba detrás del mostrador.

― ¿Cómo estás hoy, Berta? ― preguntó el chico con una amable sonrisa.

―Muy bien y ¿tú?

―Eso es bueno, bien, en lo que cabe.

― ¡Haru, a trabajar! ― escuchó el grito de su jefa y solo rodó sus ojos oscuros. Y fue a ponerse el pequeño delantal, se lo ató a su cintura y tomó su libreta y lapicero. Se encaminó a los clientes para poder tomar la orden. Así pasó toda la mañana y la tarde.

―Haru, ¿te puedo pedir un favor? ― preguntó Berta.

―Claro, no hay problema.

― ¿Puedes cubrirme por un rato? Es que me toca estar en la cocina.

―Sí, está bien.

―Muchas gracias.

Haru solo sonrió y se encaminó detrás del mostrador. Unas cuantas personas llegaron a comprar algún café, o simplemente a comprar un pan o una dona de chocolate. Cuando Haru se encontraba en el mostrador, le gustaba observar a las personas, algunas personas llegaban a leer otras llegaban con sus parejas a platicar sobre temas triviales, demostrando su amor con un beso o un simple abrazo. A veces se sentía celoso porque él no tenía una pareja y deseaba pasar momentos hermosos con esa persona. Después de un rato la cafetería estaba a punto de cerrar y había una clienta que no se iba y él estaba muy decidido a correrla del lugar.

―Haru, tú ya puedes retirarte, yo cerraré la cafetería junto con Jenna― dijo Berta regalándole una de sus tantas amables sonrisas.

―Está bien, nos vemos mañana― dijo el chico. Fue a dejar su delantal donde correspondía para luego poder irse. Caminó una cuadra hasta la parada de los autobuses que lo llevaban a su departamento. Abordó uno de ellos; se puso a pensar en su corta vida de 22 años, en todo lo que había hecho y pensó en lo que le faltaba a su vacía vida. Se dio cuenta que nunca se había enamorado y él quería saber lo que es el estar enamorado, poder experimentar ese gran sentimiento del que todo mundo hablaba, del que todo mundo se ponía feliz y lloraba. Lo que le faltaba a su vida era amor. Ese amor que es puro, de ese amor del que no te puedes zafar, con el que sonríes a pesar de todo, con el que ciegamente confías en la persona, de ese amor que todo mundo anhela tener y que deseas con todo tu corazón, que por más que lo niegues tú lo deseas, y eso es lo Haru deseaba, un amor puro y hermoso. 

Como otro día hizo su misma rutina y salió de su departamento despidiéndose de su adorado gato. Llegó a la cafetería y se dispuso a tomar las órdenes de los clientes. Se acercó a un chico de cabello castaño, ojos color verdes detrás de unos lentes.

―Buenos días, ¿te tomo la orden?

―Hola, sí por favor. Quiero un frappé de moka caramelo.

―Está bien, ¿algo de postre?

―No gracias, solo el frappe.

Haru sonrió y el chico le regreso la sonrisa. «Que hermosa sonrisa» pensó Haru y dio media vuelta para ir directo a la cocina con un leve sonrojo.

― ¿Por qué sonrojado? ― preguntó Steph con una pícara sonrisa. Steph era una estudiante de artes y trabajaba medio tiempo por las mañanas, ya que sus clases eran por la tarde.

―No, por nada― dijo Haru un poco nervioso, para después empezar a preparar el pedido del chico.

―Claro que si― dijo riendo. ― ¿A qué chico se debe?

Ella sabía muy bien las preferencias de su compañero de trabajo y realmente no lo juzgaba o lo discriminaba, es más, ella decía que era genial tener un amigo gay y que siempre lo apoyaría.

―Bien― dijo rendido. ―Está sentado en la mesa cinco.

Steph dejó lo que estaba haciendo y se dirigió a ver de quien se trataba.

―Pues no está nada mal― dijo ella con una risilla.

―Ya no digas más― dijo Haru un poco nervioso. Terminó de preparar el café y prosiguió a írselo a dejar. Llegó hasta el chico y dejó el frappé en la mesa.

―Disfrútalo― dijo con una sonrisa un tanto nerviosa.

―Muchas gracias― le devolvió la sonrisa. Haru se sonrojó un poco, cosa que hizo que el chico se diera cuenta.

El tiempo pasó y el chico sin nombre pidió la cuenta.

―Steph ve a dejársela tu― dijo el pelinegro.

― ¿Yo por qué? Yo no lo atendí.

―Pero estoy ocupado.

―Claro que no. Ve a dejársela tú.

―No, ve tú.

― ¡Haru! Ve tu antes de que la jefa se dé cuenta de nuestra inmadura pelea.

― ¡Agghh, bien!

El pelinegro llegó a la mesa y extendió una pequeña carta la cual contenía la cantidad que el chico pagaría.

―Aquí tienes― dijo y se retiró. A lo lejos vio que el chico puso unos cuentos billetes, cerró la carta y se levantó del asiento; se retiró dando la espalda. Haru tomó la carta y agarró el dinero. Vio a lo lejos al chico cruzar la calle y desaparecer entre la multitud de gente.

Entró a su casa y vio a su gato blanco sentado en la ventana que daba a la ciudad.

―Hola pequeño Hiro― dijo para luego ir acariciarlo, el gato ronroneó por la caricia que le propiciaba su amo. El chico camino a la cocina seguido de su gato. Tomó la caja de cereal de chocolate y sirvió un poco en un tazón, sacó la leche del refrigerador, vertió un poco en el tazón. Dejó todo afuera y caminó a su sofá, se sentó y su gato hizo el mismo acto. Prendió la televisión, de tanto pasar los canales y no encontrar nada que ver, decidió dejarlo en un canal de caricaturas. De un momento a otro se puso a pensar en el chico de la cafetería, recordó su hermosa sonrisa, y sus lindos ojos.

―Hiro, hoy conocí a un chico― comenzó a platicarle a su gato, cosa que hizo que éste volteara a ver. ―Aún no sé cómo se llama, pero tenía una hermosa sonrisa. El gato solo lo observaba con su cabeza de lado y sus grandes ojos; uno de color verde y el otro de color azul. ―Me gustaría saber su nombre― prosiguió Haru hablando, sabiendo que su gato no le contestaría. Y así continuo su noche, pensando en el chico que había logrado sonrojarlo.

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