Brianna Villarreal | Enero 2025

Brianna Villarreal Gómez estudiante de séptimo de la Institución Educativa Antonia Santos, en Sucre. Con 12 años ha participado en varios encuentros y actividades relacionadas con arte, cultura y ambientalismo. Llegando a ganar un premio por su cuento «El niño Gabo y la máquina del tiempo»
Hace unas semanas, iba yo muy tranquila por la calle, cuando apareció una extraña máquina que me llevo a 1935.
¿Y que creen? Me encontré al mismísimo niño Gabo en el parque, ustedes saben Gabriel García Márquez, pero todo era diferente, parecían las fotos que veo en la casa de la cultura o como las de mi abuela, todo se vea en blanco, negro y amarillo, que cosa más rara, pero yo estaba emocionada y le dije:
– Hola Gabo, ¿cómo estás?
– ¿Quién eres?, pregunto el muy confundido.
-Soy Briana, no soy de esta época, una maquina muy extraña me trajo hasta aquí, todo es muy diferente. Que te parece si me muestras como es todo ahora.
Así empezó nuestra aventura.
Entramos a su casa y le robamos la máquina de escribir a su abuelo el coronel, y además me enseñó a usarla, ufff, que complicado (por esa travesura nos regañaron, porque no está bien tomar las cosas sin permiso), desde el gran balcón corrido admiramos “La parodia de la matanza del tigre” protagonizada por Don Gabriel Eligio García, su papá y me contó que le gustaban mucho estas expresiones artísticas de nuestro pueblo, observamos una gran rueda de fandango donde hombres y mujeres reían y guapurreaban felices, casi igual que ahora, solo que nadie grababa con celulares. Después le dije a Gabo:
– ¿Qué tal si vamos a mi época y te enseño las nuevas máquinas de escribir?
-Me parece bien- respondió Gabito emocionado, y llegamos al 2023 y le enseñe a utilizar los celulares y otros aparatos, pero Gabo les tenía miedo y no se atrevía a acercarse y estaba impresionado.
Lo llevé al monumento de la burra y el arriero, y me preguntaba que donde estaba el pozo del Trébol, que porque lo habían dejado secar. Yo no tenía idea de la respuesta y seguimos jugando. Gabo se montó en la burra multicolor, pero por más que le daba juetazo a la burra, esta no se movía, hasta que se aburrió y nos fuimos.
Después de un rato le dije.
-Tengo hambre, acompáñame, sé dónde conseguir las mejores galletas.
Gabo me acompaño a mi casa y mi mama nos regaló $2.000 pesos para comprar, una vez más se sorprendió por la cantidad de dinero.
Entonces nos fuimos hasta ‘La Ceja’ y bajamos hasta la carrera 12, llegamos a la casa de tablas guiados por el olor a dulce, y la amable señora con cara de abuelita alcahueta se dio cuenta que teníamos cara de hambre, sudados y oliendo a sol nos dijo:
– ¿Cuánto tienen?, le mostramos los $2.000 y nos dio 2 galletas, 2 parpichuelas, nos regaló una bolita de leche a cada uno y dijo:
– Cojan la ñapa para que les de fuerza.
Nos sentamos en un corredor, y allí nos comimos nuestro banquete y seguimos con más energía.
Lo lleve a las candelillas, pero su impresión fue aún mayor cuando vio nuestro majestuoso parque La pollera Colorá.
Gabito se quedaba ido, supongo que dejando volar su imaginación.
La última visita fue a nuestro parque principal, no podía creer que esa era su casa, y que el parque parecía de esas fotos que llegaban del extranjero en la correspondencia del telegrafista, lo guie hasta su monumento y se sentó en la banca nuevamente ido, sin caer en cuenta que el del monumento era él mismo.
Me quedé a su lado y le dije:
– Un día, Gabito serás un orgullo en nuestro país, serás grande y tu obra será inmortal.
Entré a la maquina y …Pummm…Desperté.
Todo fue un sueño, que felicidad y se sintió muy real.
¿Cuándo terminé de despertar me puse a revisar el celular, y adivinen? Encontré un montón de selfies de Gabo cuando experimentó con mi teléfono, y pensé:
– Mmmm, tal vez no fue solo un sueño, o tal vez es puro realismo mágico.
Cuando me despedí de Gabo y entré a la máquina, pensé que iba a llegar directo a casa, pero no, mis aventuras y viajes en el tiempo no habían terminado. Pensé en que hubiera pasado si hubiese ido a 1935 sino a 1936 cuando Gabo se fue a Aracataca, dicho y hecho porque cuando salí de la máquina no me encontraba en casa, estaba en Aracataca, me puse a recordar en la gran incógnita sobre si Gabo había nacido en Sincé o en Aracataca, me puse a indagar con la gente, pero no sabían, así que salí en busca de Gabo, cuando lo encontré el me reconoció al instante y me preguntó que como había llegado hasta allí, yo le respondí que fue la máquina extraña que lo transporto al 2024. Empezaron nuestras aventuras, conocí a su madre, a su padre ya lo conocía, me presentó a sus amigos, quienes me aceptaron de inmediato, me enseñó todos los lugares más increíbles de Aracataca, las costumbres y tradiciones de este pueblo tan mágico, su comida. Hasta que llegó la hora de despedirnos
Cuando finalmente llegue a mi casa a descansar después de todas estás aventuras, quedo está gran incógnita, ¿Dónde nació Gabo, en Sincé o en Aracataca?